Reflexión Evangelio 16 Junio 2002
José Carlos nos conparte esta reflexión del P. Antonio Armendáriz, M.Sp.S. …
Esta última reflexión del P. Toño es material de reflexión y de oración para
todos aquellos que vivimos una espiritualidad sacerdotal. Es un llamado a ayudar a nuestros sacerdotes con nuestra oración y nuestra prudencia.
Onceavo Domingo Ordinario
16 de Junio de 2002
Mateo 9,36-10,8
En este tiempo, Jesús se sigue compadeciendo de sus ovejas porque las sigue
viendo extenuadas, como ovejas sin pastor. O posiblemente, como diría San
Agustín, porque ve a los Pastores aprovechándose de la leche y de la lana de las ovejas.
Hace unos días daba ejercicios espirituales a 23 seminaristas de una de las
Diócesis de Estados Unidos. Los temas que se trataron durante esos días, nos
hacía reflexionar, por una parte, en los hermoso de la vocación sacerdotal,
hablábamos de las virtudes de la humildad, como virtud indispensable para
arriesgarse a responder al ideal de la participación ministerial directa con el
Único y Sumo Sacerdote, Cristo Jesús. De la virtud de la Fidelidad como trabajo continuo, arduo y difícil muchas veces, que es indispensable para mantener templadas las cuerdas de la lira que supone dar una respuesta, primero ante Dios, a El hay que obedecer en primer lugar, y luego a nuestros hermanos y hermanas que reclaman de nosotros una entrega amorosa, al mismo tiempo que sacrificada y pura. La virtud de la Obediencia a nuestros Obispos y nuestros Superiores Legítimos. Si nuestro mundo hiciera una radiografía de nosotros como “desobedientes”, quizá saldríamos no muy bien librados en el diagnóstico. Decía un sacerdote anciano, no recuerdo su nombre, con él me solía confesar regularmente, y cuando le hablaba de las infidelidad en la pobreza y en la castidad, normalmente, me decía: “Revísese Padre, casi es seguro que ande mal en la Obediencia”. Cuando la obediencia va bien, en general los otros dos votos van bien.
Y es que el que obedece a su Obispo o a sus Constituciones, me decía el anciano cura, no fácilmente se deja seducir por los bienes materiales y los monstruos que excitan nuestra sensualidad humana. No olvidemos que somos tan débiles como el que más. La Virtud de la Urbanidad, tan lejana muchas veces de nuestros ser de sacerdotes. A veces nos damos concesiones en nuestras expresiones verbales y nuestras rudezas, peores que el más vulgar de los hombres. Y además ay de aquellos que intenten llamarnos la atención, su corrección llega a ser tema de nuestras homilías dominicales, a través de las cuales nos desahogamos de la “corrección fraterna”, que se nos hizo. La Virtud de la Prudencia.
Prudencia… que alejados andamos muchas veces de ella, se nos ha olvidado la oración, elemento indispensable para mantener la frescura del amor primero de nuestro sacerdocio. La amistad sincera y limpia con otros sacerdotes y religiosos que con su entrega siempre nueva nos invitan a ser mejores. Prudencia en nuestra excesivas visitas a familias, matrimonios, grupos juveniles, etc., que nos saturan de afectos pero que nos pueden llevar a olvidarnos del VERDADERO AFECTO, el que procede de Dios y a Dios impulsa.
Y por último, les decía a los jóvenes seminaristas, la virtud de la
Penitencia… ya lo he mencionado mucha veces a través de la página de ” Mis
Amigos de los Lunes”: el Sacrificio en todas sus formas es la sangre oculta que purifica el amor, hace que descubramos la pureza como el mejor camino para amar y las dos amor y pureza nos llevan a descubrir el sacrificio como la savia a la planta, y repito, como la sangre al cuerpo.
La noche última de los ejercicios, orábamos, y al hacerlo, le pedíamos perdón a Dios, unidos al Sumo y Eterno Sacerdote, Cristo Jesús. Le pedíamos perdón a la Iglesia por haberla manchado tantas veces al descuidar la inspiraciones del Espíritu Santo, les pedíamos perdón a quienes hemos hecho víctimas de nuestros pecado.
Creo que esta es la actitud más cristiana y positiva que nos toca vivir a las
cristianos católicos de este tempo. VIVIR EN ACTITUD DE PETICIÓN DE PERDON. Ya pasaron las décadas de sentirnos con privilegios especiales. Ya pasó el tiempo de nuestras reacciones.